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domingo, 29 de julio de 2012

Cultura y tradición: los funerales de Tana Toraja

Abandonamos Pangkalan Bun para dirigirnos a la isla de Sulawesi. Tuvimos que coger dos aviones y un autobús nocturno para llegar a Rantepao, donde establecimos nuestro centro de operaciones. Desde allí, contratamos un guía (Nicolas Pabara, tlf: 082192183677, muy recomendable si vais por allí, pero regateardle bien el precio ;-)) por varios días para visitar los alrededores, incluyendo un par de funerales, motivo por el cual es conocida esta región de la isla.

Aunque a día de hoy, la mayor parte de la población en Tana Toraja son cristianos, se conserva la tradición de celebrar dos funerales. El primero, cuando el familiar fallece, pero no lo entierran, sino que conservan el cuerpo en la casa durante el tiempo que decida la familia antes de celebrar el segundo funeral. Este tiempo, puede llegar a ser hasta más de 10 años!

El segundo funeral dura varios días, y es común que se celebre en verano para que pueda venir toda la familia, los allegados cercanos y las familias importantes de la zona. Los primeros días del funeral son para recibir a los invitados, que acuden con regalos. Se construye una especie de casita de madera tipo altar y se saca el cuerpo de la casa para colocarlo allí durante el funeral. Según el nivel social de la familia, el número de invitados y el nivel de sus regalos será mayor o menor. Durante los 3-4 días que dura el funeral, se sacrifican búfalos y cerdos y finalmente se entierra el cuerpo.

Varios cerdos regalados a la familia del difunto poco antes de ser sacrificados
Nosotros acudimos a dos funerales. El primero al que fuimos, era de un hombre mayor, fallecido hacía un año y ya era el último día de su funeral; cuando lo entierran. Llegamos con el guía y nos acomodaron en una de las plataformas techadas y adornadas para la recepción de invitados. Todo el pueblo estaba plagado de estas plataformas, numeradas y colocadas alrededor de la plaza principal, donde residía el altar construido para la ocasión y el ataúd perfectamente tallado y adornado.  Llevamos tabaco y dulces como regalo. El cura y varios familiares salieron a hablar por un micrófono instalado en el centro del pueblo y realizaron varios cánticos. Tras la ceremonia, repartieron arroz y cerdo cocinado en bambú para que comiesemos todos los asistentes.
Luego bailamos con ellos alrededor del altarcillo donde estaba el cuerpo del fallecido. Repartieron tabaco y caramelos. Todo el mundo estaba superpendiente de que no nos faltara de nada y de que no nos perdiesemos detalle alguno. No había más occidentales que nosotros y para ellos suponía una honra que estuviesemos allí. El ambiente era de alegría y fiesta; una auténtica celebración. Tras la danza, los hombres cargaron el altar para trasladar el ataúd hasta la fosa familiar, acompañando el acto de gritos de júbilo y agitando el altar para facilitar la "marcha" del difunto.
hombres del pueblo trasladando el altar con el ataud hacia la fosa familiar para darle sepultura 

El segundo funeral al que fuimos, era también de un hombre mayor. Esta vez era de un gran estatus social y acudió muchísima gente, entre ellos mucho turista. También había un hombre al micrófono, y el altar correspondiente. Vimos la procesión de invitados importantes, entrando en las principales plataformas. Seguidos por los familiares del difunto que iban saludando una por una a todas las familias, ofreciéndoles cafe, té y pastas. Nuestro guía nos explicó que ese es el momento en que la familia aprovecha para apuntar quién ha venido y qué ha traído de regalo para poder corresponder el día que fallezca el familiar de alguno de los invitados.

Volvieron a repartir arroz y cerdo para comer. Y volvieron a preocuparse por darnos las mejores porciones de cerdo y rellenarnos el plato en cuanto nos lo acababamos.

Tras la comida, llegó el momento más duro,pero a la vez el más esperado. Acercaron un búfalo hasta el centro de la plaza y con un golpe seco de cuchillo en el cuello, lo sacrificaron. Después llegó el segundo búfalo y se repitió la escena. Disculpad que no cuelgue fotos de los sacrificios, pues pueden ser un poco desagradables. Fue todo muy rápido y enseguida comenzaron el despiece, allí mismo, en medio de la plaza.
Mientras tanto, en los alrededores se comenzaron a sacrificar los cerdos que habían traído como regalo las familias invitadas. Había decenas de ellos. Aquello parecía un San Martín a lo bestia.

Nuestro guía ofreció nuestros regalos a la familia (de nuevo tabaco y dulces) y una de las hijas del difunto nos dio paso a una plataforma a nosotros sólos, para ir dándonos la mano a cada uno y servirnos café y pastas. Allí nos quedamos un rato, disfrutando se su compañía y de la de los niños que jugaban alrededor.

Los dos días de funerales fueron toda una exhibición de hospitalidad por parte de todos los habitantes de la zona. Me soprendió muchísimo que no sólo no fuese molesta nuestra presencia, sino que estaban muy agradecidos de vernos allí. Lo que quizás nosotros veríamos como una invasión a la intimidad familiar en momentos de duelo, no eran sino todo lo contrario. La gente no estaba triste en absoluto y nos acogieron en sus celebraciones como si fuesemos viejos conocidos y grandes amigos de la familia. Las sensaciones que allí vivimos todos no pueden describirse con palabras. Hay que ir allí y vivirlo en primera persona para sentir lo indescriptibles que fueron aquellos momentos... la verdad es que este país no deja de soprenderme!

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