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miércoles, 3 de octubre de 2012

Una de morriña (que no morcilla) burgalesa

Hoy me he levantado con una extraña sensación de nostalgia. Y es que anoche soñé con Burgos, tierra donde pasé mi infancia y mi adolescencia, y que abandoné hace ahora 12 años, para irme a estudiar a la capital.

Por aquella época, el nido paterno lo tenía en Sotopalacios, un pueblo de apenas medio millar de habitantes, a tan solo 12 km de Burgos (donde acudía al instituto y desarrollaba mi vida social ;-D). Para los que acostumbráis a hacer la ruta Madrid-Santander en busca de playa, seguro que habréis parado infinidad de veces en este pueblo a tomar el café y sobre todo, a comprar morcillas, las más famosas de la provincia (mmmm, ya estoy empezando a salivar!).

Pero al poco de marchar yo a Madrid, mi familia se mudó a Burgos city, y es allí donde actualmente sitúo mi santuario de paz y tranquilidad; allí donde voy a descansar y a comer la mejor comida casera del universo, la de mi madre, por supuesto (solo superada por la de mi abuela).

Y sí, aunque conociendo mundo se está de maravilla, es inevitable no echar de menos a la familia, a los amigos, y a aquellos lugares que uno recuerda con cariño. Y más cuando ya suman 20 las semanas que llevo fuera...

En todos estos años, la ciudad de Burgos ha cambiado mucho. Le han lavado la cara, le han peatonalizado el centro, y la han dejado más bonita que nunca. Y a pesar de que en el último año y medio, mi trabajo (entre semana) y mis clases (en fin de semana), me impidieron ir con frecuencia de visita, en mi sueño de anoche, la recordaba con todo lujo de detalles.

En especial recordé la ruta de cafeterías, bares y cervecerías que siempre me gustó frecuentar. Empezando por aquellas cafeterías donde íbamos a jugar al trivial en la calle del Carmen: el mitiquísimo Carabas, donde prolongamos más de un recreo tratando de evitar las clases más soporíferas del instituto; o el algo más reciente Carmen 13, que abrieron siendo yo ya universitaria.

También recordé los almuerzos de media mañana en los alrededores de la plaza mayor, cuando hacíamos el descanso de estudio en la biblioteca de la cuarta plata del Teatro Principal. Siempre íbamos al "ultrapetado" Morito o si no, a su más frecuente alternativa, la Cabaña Arandina.

Para el café de media tarde, o la caña de "que se acerca la noche", no podían faltar las calles San Juan y La Puebla. Cuántos lugares distintos para elegir!

Pero sin duda, mis favoritas eran las tapas de por la noche, especialmente en la calle San Lorenzo. Esa pareja de cojonudo y cojonuda del mesón Los Herreros, cuántas noches de Sábado me habréis acompañado, rodeada siempre de muy buena compañía!

Aaaay, cómo se os echa de menos!!!

4 comentarios:

  1. Señorita Morriña, cómo no echar de menos las cojonudas y cojonudos..? y al camarero del bar nuevo de los vinos a 1€ tan ingenioso..? y nuestra Guesthouse Ascao, jooo!!! (DEP) :__) Claro, que además de todas esas cosas, A TI te echo de menos un montón!!! Sigue disfrutando del momento, Hermana-Amiga ;) Mua!

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  2. Marilla! Cómo sigue la vida por la Gomera? La verdad es que a lo que más echo de menos es a mi gente! Ay cuantas ganas de veros a todos! Aunque estos días estoy encantada con la llegada de Silvia y Luis (y el megacargamento de embutidos ibéricos que han traído consigo) ;-). El tiempo aquí vuela, así que nos vemos en nada, amiga :-)

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  3. Aaaay la de la morriña, pues mucho nos ponías los dientes largos de tanto viaje impresionante y no parecías echarnos de menos! Lo siento por tu morriña, pero me alegro que guardes un rinconcito para recordarnos en tu viaje! XD Un achuchón hasta allá dónde estés!!

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  4. Ey, Vero! Cómo no iba a acordarme de todos vosotros!? La distancia es grande, pero de momento me conformo con enviaros postalitas para asegurarme de que vosotros tampoco os olvidáis de mi ;-)

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