Aunque a día de hoy, la mayor parte de la población en Tana Toraja son cristianos, se conserva la tradición de celebrar dos funerales. El primero, cuando el familiar fallece, pero no lo entierran, sino que conservan el cuerpo en la casa durante el tiempo que decida la familia antes de celebrar el segundo funeral. Este tiempo, puede llegar a ser hasta más de 10 años!
El segundo funeral dura varios días, y es común que se celebre en verano para que pueda venir toda la familia, los allegados cercanos y las familias importantes de la zona. Los primeros días del funeral son para recibir a los invitados, que acuden con regalos. Se construye una especie de casita de madera tipo altar y se saca el cuerpo de la casa para colocarlo allí durante el funeral. Según el nivel social de la familia, el número de invitados y el nivel de sus regalos será mayor o menor. Durante los 3-4 días que dura el funeral, se sacrifican búfalos y cerdos y finalmente se entierra el cuerpo.
Varios cerdos regalados a la familia del difunto poco antes de ser sacrificados |
hombres del pueblo trasladando el altar con el ataud hacia la fosa familiar para darle sepultura |
El segundo funeral al que fuimos, era también de un hombre mayor. Esta vez era de un gran estatus social y acudió muchísima gente, entre ellos mucho turista. También había un hombre al micrófono, y el altar correspondiente. Vimos la procesión de invitados importantes, entrando en las principales plataformas. Seguidos por los familiares del difunto que iban saludando una por una a todas las familias, ofreciéndoles cafe, té y pastas. Nuestro guía nos explicó que ese es el momento en que la familia aprovecha para apuntar quién ha venido y qué ha traído de regalo para poder corresponder el día que fallezca el familiar de alguno de los invitados.
Volvieron a repartir arroz y cerdo para comer. Y volvieron a preocuparse por darnos las mejores porciones de cerdo y rellenarnos el plato en cuanto nos lo acababamos.
Tras la comida, llegó el momento más duro,pero a la vez el más esperado. Acercaron un búfalo hasta el centro de la plaza y con un golpe seco de cuchillo en el cuello, lo sacrificaron. Después llegó el segundo búfalo y se repitió la escena. Disculpad que no cuelgue fotos de los sacrificios, pues pueden ser un poco desagradables. Fue todo muy rápido y enseguida comenzaron el despiece, allí mismo, en medio de la plaza.
Mientras tanto, en los alrededores se comenzaron a sacrificar los cerdos que habían traído como regalo las familias invitadas. Había decenas de ellos. Aquello parecía un San Martín a lo bestia.
Nuestro guía ofreció nuestros regalos a la familia (de nuevo tabaco y dulces) y una de las hijas del difunto nos dio paso a una plataforma a nosotros sólos, para ir dándonos la mano a cada uno y servirnos café y pastas. Allí nos quedamos un rato, disfrutando se su compañía y de la de los niños que jugaban alrededor.
Los dos días de funerales fueron toda una exhibición de hospitalidad por parte de todos los habitantes de la zona. Me soprendió muchísimo que no sólo no fuese molesta nuestra presencia, sino que estaban muy agradecidos de vernos allí. Lo que quizás nosotros veríamos como una invasión a la intimidad familiar en momentos de duelo, no eran sino todo lo contrario. La gente no estaba triste en absoluto y nos acogieron en sus celebraciones como si fuesemos viejos conocidos y grandes amigos de la familia. Las sensaciones que allí vivimos todos no pueden describirse con palabras. Hay que ir allí y vivirlo en primera persona para sentir lo indescriptibles que fueron aquellos momentos... la verdad es que este país no deja de soprenderme!
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