Creo que hasta ahora, nunca antes me había parado a pensar en lo inmenso
que es este país. Cuanto más investigamos, más sitios queremos visitar,
pero ¡está todo taaaan lejos! Así que como en un juego de tetris, hemos
tratado de encajar en el plan de ruta nuestra lista de lugares en el
limitado período de tiempo que nos concede el visado (30 días).
Según el plan, nuestro siguiente destino tendría que ser Chengdu, así
que con esa idea, nos dirigimos a Liuzhou en autobús, para coger un tren
nocturno que nos llevara allí. Pero como buenos novatos del país, no
contábamos con que todos los trenes a ese destino estuviesen ya llenos
para varios días en adelante. Así que volvimos un poco loco al
taquillero, que nos fue chequeando uno por uno varios de los lugares de
nuestra lista hasta que encontramos hueco en un tren para esa misma
tarde. Vamos, que básicamente fue la población china la que eligió a
donde y cómo nos dirigiríamos esa noche. And the winner was...
¡Zhangjiajie en asiento duro!
¿Que qué es eso del asiento duro? Pues sin más, un asiento, que está muy
duro :-p. Fuera bromas, el asiento duro es la manera más económica de
viajar en tren en China. No es tan incómodo como el nombre pueda
sugerir, pero si es cierto que para viajar de noche, lo óptimo es
hacerlo en litera para poder dormir y descansar. Esta vez no tuvimos
suerte, pero aprendimos la lección para las sucesivas. ¿Y cómo fue la
experiencia del asiento duro? Pues dura :-p. En cada vagón viajaba
muchísima mas gente que asientos había disponibles. El olor del baño
innundaba todo el vagón, así como el humo de los cigarros y los variados
aromas de los distintos tipos de comida que la gente llevaba encima.
¡Ésto si que no me lo esperaba yo! ¡Con lo alucinada que estaba desde
que entramos en China con su nivel de vida! ¡Y ahora van y me plantan un
tren Indian-style! La verdad es que el viaje fue una paliza y llegamos
totalmente destrozados, pero el destino que visitábamos nos apetecía
tanto, que sacamos fuerzas de donde pudimos para arovechar al máximo el
día que nos esperaba por delante.
Llegamos a Zhangjiajie a eso de las ocho y pico de la mañana. Lo primero
que hicimos, fue comprar los billetes para ir a Xian dentro de un par
de días (esta vez en litera) y nos dirigimos a uno de los albergues que
habíamos visto en la Lonely Planet. Pero como no contábamos con haber
ido a Zhangjiajie tan pronto, aún no nos habíamos descargado el mapa de
la ciudad (benditos Google Maps y GPS de la tableta, ¡cuánto se os echa
de menos cuando no estáis!), así que ponte tú a pedir indicaciones a un
montón de Chinos que no hablan ni palabra de inglés :-s. ¡Qué difícil
nos está resultando la comunicación en este país!
Al final conseguimos llegar a la que se suponía era la calle en
cuestión, pero ni rastro del albergue. ¡Mira, un hotel! ¡Quizás hablen
inglés en la recepción! Entramos a preguntar, pero ni "hello". La pobre
mujer se pensaba que queríamos una habitación y al final sin comerlo ni
beberlo, ella sola se regateó el precio y nos acabamos quedando de puro
agotamiento mental.
Tras una duchita y algo de comer, ya estábamos listos para lo que hasta
allí nos había llevado: el parque nacional de Zhangjiajie. El que se
supone que inspiró los paisajes del planeta Pandora en la película
Avatar. Y la belleza del lugar no nos decepcionó en absoluto.
Al día siguiente madrugamos para volver al parque, pero estaba lloviendo a mares y había una densa niebla, por lo que dudamos bastante si merecería la pena ir para volver empapados y no ver nada. Al final nos animamos (ya que estamos aquí, ¡de perdidos al río!) y fue todo un acierto volver a acercarnos. Los mismos paisajes del día anterior a plena solana, cambiaban por completo con la lluvia y la niebla. El aire místico del lugar y la menor cantidad de turistas (99,9% locales), hizo que nos alegrásemos de no habernos quedado en la ciudad.
El tercer día de la entrada, sin embargo, no lo aprovechamos, y eso que el parque tiene rutas para tirarse una semana entera recorriendolo y no terminar de verlo entero. Pero el cansancio acumulado y el tren de 19h que tendríamos que coger esa misma tarde, fueron razones más que suficientes para quedarnos en la ciudad a descansar un poco.
La ciudad, por cierto, no tiene nada interesante que ver. Por no haber, ¡no hay ni turistas occidentales! Eso sí, se come de maravilla. En lo que viene siendo el tema gastronómico, China nos tiene enamorados.
INFORMACIÓN PRÁCTICA PARA VIAJEROS
- Transporte: el bus Yangshuo-Liuzhou sale a las 11:00, 13:30 y 15:30 por 60¥, o a las 6:30 y 16:20 por 49¥. Tarda unas escasas 3h. Para ir a la estación de tren pillamos un tuk-tuk por 10¥. El tren a Zhangjiajie sale a las 21:46 y llega sobre las 8. Nos costó 94¥ a cada uno en asiento duro. Nota: si se desea ir desde Yangshuo a Zhangjiajie (y no a Chengdu, como queríamos nosotros), se ahorra tiempo y dinero yendo a Guilin en bus para coger allí el tren.
- Alojamiento: nos quedamos en Zhangjiajie ciudad, aunque para visitar el parque está más cerca Zhangjiajie pueblo. El hotel se llamaba Chili Hotel (calle Beizheng) y pagamos 100¥ por noche en una habitación doble, bastante amplia, con agua caliente y aire acondicionado. Lo malo fue que no tenían wifi. Se llega cogiendo el bus 6 en la estación de tren y bajandose en la esquina de Jiefang con Beizheng (el cruce se reconoce porque hay un KFC a la izda). Desde el cruce, se sube por Beizheng unos 3-5 min y queda en la acera derecha, como entrando en una pequeña bocacalle.
- Comida: subiendo la misma calle del hotel había varios sitios de comida local a muy buen precio. También hay un local de venta de fruta y en la calle Jiefang (que es perpendicular) hay un supermercado grande.
- Otros: Precio del autobús urbano 1-2¥. Precio del bus hasta la entrada del parque 10¥ (se coge en la estación de bus que queda a la izquierda según se sale de la estación de tren). Precio de la entrada al parque 248¥ (válida para entrar hasta 5 veces en 3 días e incluye el uso de los autobuses verdes dentro del parque).
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